La Felicidad: estado profundo del Ser. Dra. Zoé Jiménez Corretjer
- mindfulnesszoe
- Mar 13, 2022
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Cada día que pasa nos vemos más atados a las rutinas del diario vivir. La prisa, el trabajo, los quehaceres, los infortunios, han generado un estado de velocidad en el que apenas nos da tiempo para hacer una pausa, reflexionar o dedicar un tiempo saludable para nosotros. Este modo de vivir en ocasiones puede hacer que busquemos atajos para sentirnos bien y que sobre valoremos las alegrías pasajeras en busca de una satisfacción gratificante en medio del caos.
Pero quiero hoy abordar las diferencias de esos estados gratificantes para concientizarnos mejor de cada uno de ellos y reconocerlos cuando los estemos experimentando o percibiendo. Por eso quiero hablarles de la felicidad. Pensar en la felicidad ya nos obliga a bajar esa velocidad de la vida cotidiana, a sosegarnos y a reflexionar en nosotros mismos y dentro de nosotros mismos. La felicidad es ese estado interior de plenitud y satisfacción que podemos sentir en algunos momentos de nuestra vida y que nos brinda la certeza de que todo está bien, de que las cosas están en orden, de que entendemos nuestra razón de ser. La felicidad es un estado de armonía, de vínculo ético, de balance, de ecuanimidad. Reconocemos cuando estamos felices porque estamos en vibración positiva con nuestro entorno natural, con nuestras cosas, con nuestra realidad. No deseamos cambiar nada y se siente un estado de aceptación incondicional ante todo el presente que vivimos.
A veces venimos a comprender la felicidad cuando alcanzamos la edad adulta. Sin embargo, hay algo dentro de nosotros que sabe reconocer cuando estamos felices. La felicidad es la ausencia de nerviosismo, la ausencia de la ansiedad, la ausencia del dolor, la ausencia de la angustia. La historia de la filosofía ha buscado entre sus

temas abordar este tema desde distintos ángulos. Muchos filósofos desde la antiguedad plantearon definiciones y discusiones acerca de este tema. Por tanto no es nada nuevo hablar de cómo percibimos este estado de felicidad o más aún, qué es ser feliz. Cuando sentimos la felicidad estamos en balance espiritual, en homeostasis total. Sin embargo, el estado de la felicidad no debe dejarse pasar desapercibido. Debemos reconocer cuando estamos felices y deleitar esos momentos, porque no siempre vamos a sentir ese estado de plenitud. La vida está llena de espinas en este jardín de rosas y las espinas son parte de la vida. El truco está en percibir el perfume de la flor en medio de las espinas. Que sepamos reconocer cuando estamos felices en medio del caos. O mejor aún que podamos encontrar el balance y la homeostasis en medio del ajetreo vital. Son más las veces que sentimos desasosiego. La clave de ser feliz está en encontrar la ecuanimidad en los momentos de inestabilidad, aceptar que lo que no nos gusta es pasajero y aceptarlo con todas sus emociones. Buscar o crear un pequeño espacio de calma, un mini oasis en pleno ajetreo emocional. Percatarnos de esto también trae felicidad.
Por otro lado tenemos la alegría. Que yo ladefino como ese momento positivo, que se deleita y se disfruta, en el que reímos y gozamos pero que es un tanto pasajera. Para mí la felicidad es un estado más profundo y la alegría un estado positivo pero temporero. Otra emoción que puede confundirse es la euforia. Cuando estamos eufóricos, estamos en un extremo emocional de la alegría. Sé que todos hemos vivido algún momento de euforia, de regocijo intenso en el que brincamos, gritamos de la alegría y sentimos que todo nuestro cuerpo grita esa emoción; nuestro corazón palpita rápidamente y sentimos la adrenalina fluir por nuestras venas. Pero la euforia puede ser un estado extremos y no debe ser permanente. Lo que debemos buscar siempre es el balance del bienestar que nos da la felicidad. La euforia no da paz porque es un estado alterado de la alegría.
Tenemos también los estados místicos. Estos son momentos especiales que no todo el mundo logra alcanzar, pero que sí es posible conseguir si uno se lo propone. Los estados místicos no son exclusivos de los santos ni de los iluminados. Uno puede tener acceso a un estado místico a través de prácticas religiosas o espirituales. No necesariamente tienen que estar vinculadas a ninguna religión. Podemos alcanzar un estado místico puro a través de prácticas contemplativos espirituales y seculares. Se puede ser profundamente espiritual y alcanzar un estado místico con la naturaleza, con el universo, con los animales. Estos estados son como el de la felicidad pero en un extremo intenso. No duran mucho, pero cuando se tiene esa experiencia, la persona tiene un cambio en su vida, ve la existencia de otra manera y suele convertirse en un ser más feliz, porque siente que ha comprendido algo que le sobrepasa. Estas emociones son sobrecogedoras y tienden a describirse como estados de plenitud, de unión con el todo, como si nos fundiéramos con el univeso, como si de repente fuéramos uno y la naturaleza. Las experiencias pueden ser diversas y tiene un factor común: las personas nunca encuentran las palabras adecuadas par describir lo que vivieron.
Y si bien, tanto la euforia como la mística podrían considerarse los dos extremos de la balanza, uno hacia la alegría desmedida, y el otro hacia la sensación de paz inconmensurable, son emociones que vale la pena experimentar. Por el momento, quiero que seamos conscientes de que podemos buscar esa armonía que necesitamos en la existencia para ser felices y de que esto es posible. Hacernos conscientes del presente, observar la naturaleza, respirar con conciencia plena, actuar con amor y compasión al prójimo, ayudar a los que necesitan, realizar actos altruístas en secreto, son algunas de las formas que nos compensan y nos brindan felicidad. Ayudar a un hermano, salvar un animalito, pasear por el bosque, estar atentos a los pájaros, escuchar sus trinos y saber reconocerlos, observar con atención una mariposa, quedarse una noche afuera en una silla reclinable mirando las estrellas, escalar una montaña y medir la infinitud del espacio con nuestro corazón, son algunos ejercicios que nos pueden llenar de paz y felicidad. Cosas sencillas como levantarnos temprano, colar el café y percibir su olor, saborearlo mientras se despiertan los pájaros, o degustar una taza de té como si en cada sorbito bebiéramos el universo...

Esta conciencia plena del presente, del aquí y el ahora, es la clave para que nos sintamos felices. Y cuando logramos sentirnos feliz, no hay nada mejor en el mundo que ese estado de paz y plenitud. La felicidad nos conforma y nos cala en lo más íntimo y profundo del Ser. Nos determina como especie y nos hace más humanos y más dignos. Pero sobre todo, cuando somos felices podemos dar amor. Y este es el motor eterno de la felicidad.
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